El mes pasado leí una noticia que al principio (y al final) me pareció increíble: una cadena de grandes almacenes centrados en el bricolaje vendían un cuadro de una fotografía sin el consentimiento del autor de la misma; y por casi 70 € la unidad; ahí es nada. El hecho es que el buen hombre estaba dando una vuelta por su centro de bricolaje de confianza cuando llegó a la sección de decoración y vio una bonita foto de 180×100 cm a 69,95 €. La hubiera comprado si no fuera porque él mismo la había sacado y tenia el archivo Raw en su ordenador.
Evidentemente, Juan Ramos, que así se llama el autor de la fotografía, se puso en contacto con el centro y éste, o cielos, no sabía nada: el responsable era una empresa local a la que habían encargado los cuadros. Habla con esta empresa y reconocen que vieron la foto, les gustó y como no sabían de quien era y no lo encontraban, pues directamente tiraron para adelante. La parte cómica del caso, por decir algo, es que esta empresa ofreció al autor de la foto la misma cantidad que costaba en los grandes almacenes, 70 €. Como evidentemente se negó, supongo que después de una sonora carcajada, negociaron y parece que el tema se solucionó por mil euros, siguiendo la foto en manos de su autor.
Lo curioso del caso (otro más), es que con una búsqueda en Google en el que aparezcan la palabra plagio, fotografía y el nombre de los grandes almacenes -¿Leroy Merlin?- aparecen un par de casos similares: misma marca y distintos autores.
No quiero hacer aquí sangre de una marca que quiero pensar lo hizo sin mala fe o desconociendo el asunto, si no de que la fotografía, las fotografías, quizá por su abundancia, presencia en redes, soportes infinitos, mil maneras de sacarlas o que se yo, parece que no son de nadie. Uno las cuelga en la red y pasan a ser patrimonio, y propiedad, de la humanidad. Puede que la mayoría de las veces de buena fe.
A mí me ocurrió un caso parecido en un periódico local: una foto de un visón europeo directamente fusilada y publicada, no una, sino dos veces; claro está, no se sabía nada y era un problema de almacenamiento y colocación errónea de la foto. En este caso, al menos, no se lucraron con ella, quizá por que la foto no valía tanto…
Vamos a ser optimistas y pensar que, como en muchas otras cosas, las aguas se remansarán y la lógica de las cosas se impondrá. Pero mientras tanto, ¡Más madera!.